sábado, 20 de octubre de 2012

EL SUICIDIO DE JUDAS (SEGUNDA PARTE)

POR: GREGORY BARDALES PEREYRA

El Suicidio del Místico.

Es posible pensar en el suicidio de Judas Iscariote como un suicidio del tipo que Durkheim denomina altruista agudo, que es el suicidio del fanático religioso. El grado de despersonalización que alcanzan estos sujetos es el más alto de todos, según afirma Durkheim. Antiguamente era muy común encontrar casos de personas tan sumergidas en su fe que le restaban total importancia a su propio ser para luego despeñarse en los abismos de sus ideales.

“... el individuo le parece destituido de toda realidad... tiene un fin, pero situado fuera de esta vida...; porque precisamente entrevé bellas perspectivas más allá de esta vida...” (DURKHEIM: 1999: 234)

Si asumimos esta hipótesis, el compromiso de Judas habría sido mayor al de cualquier otro apóstol; debió haber estado tan sumergido en el proyecto de Jesús que decidió hacerlo realidad en la otra vida, donde seguramente se encontraría con su maestro. Sin embargo, esta explicación deja un cabo suelto muy importante. Llama poderosamente la atención que el fanático Judas no haya deseado la cruz y, en cambio, opte por traicionar a su maestro por dinero.

El Suicidio del Decepcionado.

La disposición de Judas de hacer realidad la consumación del Reino de Dios, también ha sido defendida por Thomas de Quincey en una hipótesis famosa (2), según la cual Judas tenía la intención de “empujar” a Jesús a revelarse como el Mesías, entendiendo que el proyecto del Reino de Dios era un proyecto de liberación nacional.

Según esta perspectiva, la traición no sería más que pura estrategia política; para Judas, el fin justificaba los medios. Luego de reparar en que Jesús no iba a mover un dedo para liberarse, tuvo que ser movido al suicidio por la decepción de saber que Jesús no era el Cristo.

Un serio inconveniente con esta reconstrucción radica en que Judas se muere antes de saber el desenlace de la historia. En efecto, Jesús aún no estaba muerto cuando Judas se suicida. El Cristo bien podía manifestar Su Poder aún en los últimos minutos de agonía en el Gólgota. Parecería que Judas sacó conclusiones apresuradas tomando en cuenta la poca reacción que había percibido en el Señor.

Esta hipótesis peca de ingenua, porque nace con la pretensión de pintarnos un Judas militante, comprometido con sus ideales, pero le termina haciendo un flaco favor, porque si Judas muere asumiendo que Jesús no era el Cristo, sin esperar a que se termine el partido, entonces hay una mejor razón para desaprobarlo.

El Suicidio de Ahitofel

Para entender el suicidio de Judas Iscariote es necesario retrotraernos al suicidio de Ahitofel, consejero político del rey David. La Biblia menciona que sus consejos eran considerados como la misma palabra de Dios.

“En aquellos días, el consejo que daba Ahitofel era como si se consultara la palabra de Dios, tanto cuando aconsejaba a David como a Absalón.(3)” (2 S. 16.23)

Ahitofel le sugiere al príncipe rebelde Absalón que hiciera sentir su autoridad tomando posesión del harén de su padre. En el antiguo Oriente, el heredero al trono heredaba también el harén del rey fallecido, de modo tal que, con este gesto provocativo, Absalón hacía pública su revuelta y usurpaba el puesto del rey.

Muy hábilmente, Ahitofel propone actuar sin pérdida de tiempo y derrotar de inmediato a David. Había que atacar a David antes de que pudiese reponer sus fuerzas. Un ataque sorpresivo sobre sus tropas, exhaustas a causa de la huida, anularía toda resistencia. Así se evitaría una masacre, y la gente que había seguido a David, agradecida por no haber sufrido ningún daño, no tardaría en jurar fidelidad al nuevo rey.

Sin embargo, su plan fue entorpecido por Husai, amigo del rey, quien astutamente convenció a Absalón de que el plan de Ahitofel había subestimado la valentía y el arrojo de David. De esta manera, logró impedir que los hombres de Absalón salieran de inmediato en persecución del rey fugitivo, y este tuvo tiempo para reorganizar sus tropas y preparar la defensa.

Como su plan había sido abortado y como la demora en iniciar el ataque jugaba a favor de David, Ahitofel vio que la revuelta de Absalón estaba condenada al fracaso; se volvió a su casa y se ahorcó.

“Cuando Ahitofel vio que su plan no se había puesto en práctica, aparejó su asno y se fue a su casa, en su pueblo natal, y después de arreglar sus asuntos familiares, se ahorcó. Así murió, y fue enterrado en el sepulcro de su padre.” (2 Sam. 17:23)

La decisión de quitarse la vida le evitaba la humillación de caer en manos de David, su anterior Señor, contra quien había cometido un crimen de alta traición.

Los suicidios de Judas y Ahitofel son bastante parecidos y es en virtud de sus semejanzas que conviene explicarlos mutuamente. Se trata de los dos únicos suicidios por ahorcamiento en toda la Biblia y, además, ambos surgen como consecuencia directa de una traición. Parece ser que, en ambos casos, el suicidio, resulta de un mandato expreso de los códigos de honor y es concebido como un mecanismo de redención.

Según afirma claramente Durkheim, este tipo de suicidio “se hace... para escapar a la deshonra...” (DURKHEIM: 1999: 231). El sentido del honor demandaba que el traidor se quitase la vida antes de ser ajusticiado.

“[...] si el hombre se mata, no es porque se arrogue el derecho de hacerlo, sino porque cree que es su deber, cosa bien distinta (4). Si falta a esta obligación se le castiga con el deshonor y también, lo más a menudo, con penas religiosas, […] si persiste en vivir pierde la estimación de las gentes; en un sitio se le rehúsan los honores ordinarios de los funerales, en el otro se le representa una vida espantosa más allá de la tumba. La sociedad hace presión sobre él para que se destruya [...]” (DURKHEIM: 1999: 226, 227)

Esta es la manera en la que el sujeto sabía quedar bien ante la sociedad, obedeciendo lo que ella le demandaba. En premio, el sujeto tenía acceso legítimo a disfrutar de la otra vida.

“Asignaban una mansión de delicias a los que se daban a la muerte [...]” (DURKHEIM: 1999: 225)

En este sentido el suicidio de Judas Iscariote, dentro de la tipología durkheimiana, corresponde a un suicidio altruista, en tanto se produce en respuesta a una convención social.

“[...] Hacía falta que la muerte fuera impuesta por la sociedad como un deber o que el honor estuviera en entredicho o, por lo menos que cualquier acontecimiento desagradable hubiese acabado de depreciar la existencia a los ojos de la víctima.” (DURKHEIM: 1999: 231)

Más propiamente, se trata de un sucidio altruista del tipo obligatorio, en tanto la razón para acabar con la vida no es otra que el deber; en cambio, cuando no existe una imposición expresa por parte de la sociedad estaremos, según la tipología durkheimiana, frente al suicidio altruista facultativo.

Visto bajo este punto de vista, el que los demás discípulos no se suicidaran más bien debería ser motivo de deshonra, dado que, al final de cuentas, todos cometieron traición (5). Hubo quienes lo abandonaron (6), hubo quien lo negó tres veces y, por supuesto, hubo también quien lo vendió. Hasta la opinión más conservadora está de acuerdo con que Judas no fue el único traidor.

“... Mateo nos presenta otra historia de traición (la de Judas), pero que contrasta con la de Pedro.(7)” (CARSON: 2000)

Pero la traición como cualquier falta es susceptible de ser perdonada, si es que hay reconocimiento de que se ha cometido pecado y una disposición sincera para enmendar la falta y resarcir el daño. ¿Hubo en Judas tal disposición? ¿Fue Judas movido al arrepentimiento?

(2) Para una revisión completa de esta postura, ver DE QUINCEY (2007).
(3) Reina-Valera 1995—Edición de Estudio, (Estados Unidos de América: Sociedades Bíblicas Unidas) 1998.
(4) Cuando media el deber estamos frente a lo que Durkheim llama suicidio altruista obligatorio. Cuando no existe una imposición expresa por parte de la sociedad estaremos frente al suicidio altruista facultativo.
(5) Esta puede ser otra manera de entender por qué permanecían escondidos.
(6) Probablemente Juan pueda ser la excepción, aunque sólo aparece junto a Jesús en los momentos finales de la agonía en la Cruz (Jn. 19).
(7) Carson, D.A.; France, R.T.; Motyer, J.A.; Wenham, G.J., Nuevo Comentario Biblico: Siglo Veintiuno, (El Paso, TX: Casa Bautista de Publicaciones) 2000, c1999.

No hay comentarios:

Publicar un comentario