POR: GREGORY BARDALES PEREYRA.
Han sido varias las
hipótesis que se han tejido a propósito del suicidio de Judas Iscariote,
la mayor parte de las cuales sostiene una visión condenatoria tanto del
hecho como de su ejecutante, lo cual, por supuesto, es de esperarse,
dado que el suicidio goza de muy mala reputación entre nosotros.
Generalmente,
el suicida es descalificado como cobarde por huir de los problemas,
considerado un estúpido por no saber cómo resolverlos y, no pocas veces,
es demonizado por arrogarse una facultad que únicamente Dios tiene.
Sin
embargo, no tenemos la misma opinión del bombero que muere en su
intento por rescatar de las llamas a las víctimas de un siniestro, ni
del soldado que muere en el campo de batalla peleando por su nación, que
serían – siguiendo el concepto de suicidio que maneja el sociólogo
francés Emile Durkheim– suicidios ambos, sólo que de un tipo diferente:
el, llamado por Durkheim, suicidio altruista.
De modo
tal que, nuestra concepción negativa del suicidio, no es del suicidio en
general, sino de una forma particular de éste, al que Durkheim bautizó
como suicidio egoísta. Pero no nos adelantemos. Veamos, antes que nada,
la definición durkheimiana de suicidio.
De acuerdo con
Durkheim, para ser considerado como tal, el suicidio debe cumplir con
tres requisitos. En primer lugar, la muerte del sujeto debe ser
producida por el propio sujeto, de manera directa o indirecta, es decir,
puede ocurrir que sea la propia víctima quien accione el arma homicida,
pero también puede ocurrir que el arma sea ejecutada por otra persona
gracias a una orden del suicida, a una interposición del suicida en el
trayecto mortal del arma o que la muerte sea el producto de cualquier
acción posterior que se haya sido desencadenada por la propia víctima.
En
segundo lugar, el suicidio puede resultar de un acto positivo o
negativo, es decir, un sujeto puede generar su propia muerte haciendo
algo pero también dejando de hacer algo. En efecto, tan suicida es quien
ingiere una sustancia venenosa como quien deja de ingerir alimentos.
Hay quienes son suicidas por acción y quienes lo son por omisión.
En
tercer lugar, para que sea suicidio, es necesario que la víctima tenga
conciencia de que sus actos le van a ocasionar la muerte.
“...
Ahora bien, para que haya suicidio basta con que el acto, de donde debe
necesariamente resultar la muerte, haya sido llevado a cabo por la
víctima con conocimiento de causa...” (DURKHEIM: 1999: 236)
De
ahí que no se debe considerar suicidio a las muertes voluntarias de los
orates. Por ejemplo, si el suicida se arrojó por la ventana del octavo
piso de un edificio, pero pensaba que en lugar de una ventana estaba
atravesando una puerta, no podemos catalogar a este sujeto como un
suicida.
La definición final quedaría de la siguiente manera:
“...
se llama suicidio todo caso de muerte que resulte, directa o
indirectamente, de un acto, positivo o negativo, realizado por la
víctima misma, sabiendo ella que debía producir este resultado”
(DURKHEIM: 1999: 5)
Tipología Durkheimiana del Suicidio
Ahora
pasemos revista a los cuatro tipos básicos de suicidio categorizados
por Durkheim. En primer lugar, tenemos el suicidio egoísta,
característico de las sociedades modernas, en las cuales se privilegia
al individuo por encima de la sociedad. Este tipo de suicidio tiene como
telón de fondo la pobre cohesión social del individuo que determina su
“liberación” de todo anclaje social. La sociedad se vuelve incapaz de
generarle al individuo un locus de pertenencia y de sentido; de modo tal
que, bajo tales circunstancias, el individuo es todo lo que existe y,
esta existencia, por supuesto, se vuelve insustancial.
En
segundo lugar, tenemos al suicidio altruista, característico de las
sociedades pre–modernas, en las cuales la individuación es incipiente y
lo que prima es el colectivo; en tales casos, el alto nivel de cohesión
social existente logra que sea un valor importante el que un hombre se
desprenda de su propia vida, pues lo que realmente importa es la vida de
la sociedad.
“Como es entonces una virtud y aún la
virtud por excelencia, no tener apego a la vida, se elogia a quien
renuncia a ella por la menor invitación de las circunstancias o hasta
por simple alarde...” (DURKHEIM: 1999: 231)
Este tipo de suicidio es la antípoda del suicidio egoísta, pues se debe a una excesiva integración del individuo a la sociedad.
En
tercer lugar, aparece el suicidio anómico, característico de las
sociedades en transición, el cual se debe a una reglamentación demasiado
laxa y ocurre, generalmente, cuando las instituciones no hacen sentir
su fuerza normativa sobre los individuos.
El suicidio
anómico se puede apreciar tanto en las sociedades que sufren fuertes
recesiones económicas cuanto en aquellas que gozan auges de prosperidad.
Es también el suicidio propio del varón que, al llegar a cierta edad
avanzada, no ha normado su vida sexual a través del matrimonio y vive
“de cama en cama sin hallar su lugar” como dice la letra de la canción
(1).
Finalmente, el cuarto tipo de suicidio es el
suicidio fatalista. Es el menos trabajado por Dukheim, apenas consignado
en un pie de página de su libro. Constituye el polo opuesto del
suicidio anómico, es decir, se debe a una reglamentación opresiva en
extremo que produce en quien la sufre un deseo ferviente de quitarse la
vida. Nos dice Durkheim que éste es el suicidio de los esposos demasiado
jóvenes, de las mujeres casadas sin hijos y de los esclavos, en fin, de
todo aquel que sea víctima de las intemperancias del despotismo
material y moral (DURKHEIM: 1999: 301).
Entonces, ¿cuál de estos cuatro tipos de suicidio corresponde al perpetrado por Judas Iscariote?
Para
comenzar, el suicidio de Judas no puede corresponder al suicidio de
tipo fatalista, toda vez que, en el momento del suicidio, Judas no está
siendo sometido a las penurias de la explotación infrahumana, ni a la
insoportable reglamentación de alguna institución social ni a la
violencia represiva de algún régimen déspota.
Pero la
afirmación contraria también es igual de inconsistente, es decir, no
deberíamos pensar que la vida de Judas haya carecido de los marcos
reguladores propios de las instituciones sociales. Recordemos que Judas
era uno de los discípulos elegidos, incluso era el encargado de
administrar los recursos financieros del movimiento de Jesús; recordemos
también que, en el momento de la traición, Judas no actúa por su
cuenta, sino que lo hacía como parte de un complot muy bien orquestado
entre Roma y el Sanedrín (la principal institución política y religiosa
entre los judíos).
Cierto es que, momentos antes del
suicidio, Judas renuncia a la importante remuneración económica que
obtuvo por los servicios prestados, pero, incluso esta acción ocurre en
el marco de una re–negociación con el Sanedrín, lo que Judas pretende es
revisar el contrato establecido entre las partes a través de los
canales institucionales correspondientes, en ningún momento vemos a
Judas “patear el tablero”: desconocer el convenio y colocarse al margen
de la ley, tomando las armas, por ejemplo. El hecho de que Judas arroje
las monedas es sólo un gesto simbólico, un berrinche producto de la
impotencia que experimenta frente a la negativa de los líderes del
Sanedrín, cuya postura no era draconiana en absoluto, de lo que se
trataba simplemente era de respetar los términos del acuerdo.
Finalmente,
la clasificación hecha por Durkheim, nos lleva a pensar que el suicidio
de Judas, como todos los suicidios que aparecen registrados en la
Biblia, no pueden corresponder al primer tipo, pues el suicidio egoísta
es propio de sociedades modernas, fuertemente individualizadas. Todo
apunta a que, por tratarse de sociedades agrícolas (pre–modernas), las
que habitaban los tiempos bíblicos, el suicidio altruista es el más
adecuado para caracterizar las muertes voluntarias en el mundo de la
Biblia, incluyendo, por supuesto, al de Judas.
Quizás
el principal problema a la hora de juzgar el suicidio de Judas sea el
identificarlo a priori como un suicidio del tipo egoísta, es decir,
vemos en Judas a un individuo que reniega de la sociedad, reniega del
propio Dios y cae preso de sus propias convicciones; pero, ¿será esto
cierto? ¿Será que, en el momento del suicidio, Judas ha roto por
completo los lazos que lo vinculan a su mundo o, más bien, es que se
mantiene lo suficientemente ligado a ese mundo como para desfallecer
ante el peso excesivo de sus demandas?
(1) Canción “Hoy Es Un Buen Día Para Empezar”, del cantautor guatemalteco Ricardo Arjona.
Tradution to english?
ResponderEliminarTradução para o português?
http://bibliador.blogspot.com.br