sábado, 20 de octubre de 2012

EL MENSAJE SECRETO DE BRIAN McLAREN

Gregory Bardales Pereyra
Sociólogo

Hace algunos meses, un amigo mío, simpatizante de la iglesia emergente, me prestó un ejemplar del libro “El Mensaje Secreto de Jesús”, de Brian Mc Laren, uno de sus nuevos referentes religiosos. Hacía mucho tiempo que nadie me prestaba un libro y menos aún uno sobre teología, de manera que, inevitablemente, recordé mis épocas de adolescencia evangélica, cuando estudiaba la Biblia con entusiasmo y creía que, desde sus páginas, era posible construir un nuevo mundo.

Ese gesto significó, para mí, una invitación a seguir creyendo que esto aún es posible, me conmovió a tal punto que le prometí a mi amigo que no sólo leería el libro sino que también escribiría un ensayo crítico sobre el mismo. Este artículo es el embrión del cumplimiento de aquella promesa.

Para comenzar, debo decir, con toda honestidad, que para mí el mensaje de Jesús no tiene nada de secreto. El problema es que no es un mensaje muy popular, porque una vida y una enseñanza como la de Cristo pone en peligro la continuidad del orden socialmente establecido –de ahí que tuvieran que ajusticiarlo como un enemigo político–, entonces es preferible interpretarlo adecuadamente, domesticarlo, de modo tal que podamos seguir con nuestras vidas sin mayor complicación, con la ventaja de poder sentirnos en paz con el papel que jugamos como seguidores de Cristo. El mensaje de Jesús sólo es desenterrado a condición de que la Cruz de Cristo deje de significar el precio que pagan quienes desafían al poder.

No sorprende que Mc Laren caiga en una contradicción flagrante a propósito de la estrategia “secreta” de Jesús, la cual consistía, según afirma el libro, en provocar a las huestes demoníacas para que se muestren en su real magnitud, dejarlas en evidencia, como quien pone el dedo en la llaga para que aflore la pus; sin embargo, se sugiere como la encarnación de los poderes satánicos contemporáneos al fascismo y al terrorismo, cuya maldad no permanece oculta en absoluto, no se necesita de ninguna estrategia “secreta” de Jesús para ponerlos en evidencia, todo el mundo asume que Hitler y Bin Laden son la encarnación del anticristo, esto ya es parte de la ideología hegemónica. Al final, la estrategia “secreta” de Jesús sigue estando secreta porque nadie se atreve a despertar a los demonios que yacen bajo las alfombras de nuestra tan legítima democracia o de nuestro tan querido capitalismo.

Tampoco sorprende que la revolución de Cristo se presente básicamente en términos éticos, es decir, hay que ser buenos chicos, hacer el bien a los demás, ser caritativos, generosos, practicar los valores y, como la señorita universo, desear la paz para el mundo. Todo esto está muy bien, pero no es ningún secreto, es lo que todo el mundo dice que hay que hacer, una sopa de lugares comunes. En este punto, Mc Laren no se diferencia en nada del cardenal Juan Luis Cipriani, quien apuesta por la generosidad y la caridad como instrumentos de justicia social, en concordancia con el pensamiento de Benedicto XVI.

Como resultado, ya no importa que el Estado tolere la usura que permite a los bancos enriquecerse a costa de los pobres, porque bastará darle una limosna a un mendigo en la calle para que el banquero quede en paz con su conciencia. Tampoco importa que los pobres tengan que trabajar por una miseria de salario, qué le vamos a hacer si el mercado así lo estipula, no hay problema porque el empresario pasará por buena gente cuando les regale a sus trabajadores un panetón por navidad. La reducción del mensaje de Jesús a la cuestión de la ética individual deja intacta la médula del sistema, los poderes demoníacos que han legitimado y legalizado la usura y la explotación.

Lo mismo pasa cuando se reduce el concepto de Reino de Dios a un sentimiento vago de felicidad en torno a ciertas epifanías. La imagen más ilustrativa, a propósito de este punto, emerge cuando Mc Laren cree percibir una manifestación del Reino de Dios en los espectaculares delfines del Mundo Acuático o en la belleza de la naturaleza.

No me sorprendería que algún discípulo suyo crea estar construyendo el Reino de Dios cuando juguetea con su perro o cuando hace el amor con su mujer, todo lo cual está muy bien, pero diluye la fuerza radicalmente política del concepto de Reino de Dios que alude, en mi opinión, a toda una contracultura del poder que socava los cimientos de la organización social que conocemos, un orden que damos por válido por el simple hecho de movernos en su interior; de ahí la urgencia por recuperar la critica de la ideología como instrumento de la construcción del Reino de Dios, particularmente, por supuesto, la crítica de la ideología hegemónica, entendiéndose por ideología hegemónica el conjunto de saberes y prácticas que nadie parece discutir, que todos dan por sentado.

Por ejemplo, Jesús decía que quien quiere ser el mayor debería ser el sirviente de todos, invirtiendo con ello la escalera del éxito socialmente legitimada, no sólo como un principio de ética individual sino como un principio organizador del poder político, esto lo entendió muy bien el Mahatma Gandhi, quien gracias a la puesta en práctica de toda una contracultura del poder, basada en buena medida en las enseñanzas de Jesús, logró la libertad de sus compatriotas y la independencia de su país.

Si queremos rescatar lo que ha sido olvidado del mensaje de Jesús, es necesario mirar estos ejemplos de liderazgo y de nueva comunidad, con el valor suficiente como para recibir la bala que mató a Gandhi, de otro modo, libros como el de Mc Laren sólo nos servirán para hacer de Jesús un bonito avatar que usamos de vez en cuando.

No hay comentarios:

Publicar un comentario