sábado, 20 de octubre de 2012

EL SUICIDIO DE JUDAS (CUARTA PARTE)

POR: GREGORY BARDALES PEREYRA.

Para el suicidio de Judas, como para todos los demás, no existe un versículo bíblico de condena expresa. En efecto, llama poderosamente la atención que ahí donde se narran los episodios de suicidio no exista ninguna palabra de condena contra tales actos. Normalmente ocurre que los casos de suicidio en la Biblia sólo se describen, nunca se emiten juicios de valor contra ellos. Sólo en dos ocasiones encontramos comentarios negativos a propósito de los suicidios: el de Abimelec y el de Zimrí.

¿Se Condena El Suicidio en La Biblia?

Consideremos, en primer término, el suicidio de Abimelec. Al final del relato, parecería explicarse su muerte como producto de un castigo divino por el mal que había causado en vida.

“Así pagó Dios a Abimelec el mal que había hecho contra su padre al matar a sus setenta hermanos. Y todo el mal de los hombres de Siquem lo hizo Dios volver sobre sus cabezas. Y se cumplió en ellos la maldición de Jotam hijo de Jerobaal. (Jue. 9.56, 57)

Cualquier lector distraído podría deducir que el texto comprueba que el suicidio es el resultado lógico de las maldades del ser humano. Pero la recompensa que Dios le ha dado a este rey no es el suicidio, sino la caída de su régimen, que encuentra su punto final en la muerte del monarca.

En realidad, al texto no le interesa poner de relieve el suicidio, porque cualquiera que hubiese sido el procedimiento que le causara la muerte habría servido igual para escribir el epitafio que consta en el texto a modo de colofón.

Algo parecido ocurre con el suicidio de Zimrí, donde la muerte del rey se interpreta como consecuencia de los pecados que cometió.

“Esto sucedió por causa de los pecados que cometió y por sus malas acciones a los ojos del Señor... (17)” (1 R 16.19)

Una lectura poco atenta podría colegir del texto que sólo los hombres pecaminosos se suicidan, pero nada sería más falso. Supongamos por un momento que la intención del texto sea presentar el suicidio de Zimrí como resultado de los caminos pecaminosos por los cuales anduvo. Si esto fuera cierto entonces Jeroboam también se habría suicidado,

“... pues (Zimrí) cometió los mismos pecados que Jeroboam... (18)” (1 R 16.19)

Pero Jeroboam, como puede adivinarse, no se suicidó. Es más, la referencia a los pecados o el pecado de Jeroboam, se repite como estribillo en los libros de Reyes, en alusión a otros personajes que también “anduvieron en los caminos de Jeroboam”, pero que no se suicidaron, sino que hallaron la muerte por otras vías.

No deberíamos asumir a partir de estos versículos que el suicidio es señal inequívoca del pecado. Más bien, el pecado de estos hombres trajo consigo su ruina, sean o no sean suicidas; que lo hayan sido o no, poco le importa al texto bíblico.

¿Quién Condena el Suicidio en la Biblia?

Verdad es que en la Biblia no existe un solo texto bíblico que prohíba el suicidio, como ya lo advertía perspicazmente Durkheim.

“La Biblia, en efecto, no contiene disposición alguna que prohia (sic) al hombre a matarse...” (DURKHEIM: 1999: 164)

Desde luego, el suicidio no es el único acto que las comunidades cristianas prohíben para el cual no existe un texto bíblico. Por ejemplo, la práctica del incesto hoy en día está extensamente prohibida, pero ahí donde se narra el caso del incesto entre Lot y sus hijas, no existe una sola palabra de condena.

En vano buscará el lector un texto bíblico que prohíba fumar, beber socialmente o ir a la discoteca. Asimismo, quien crea que la Biblia condena el aborto, y trate de encontrar un versículo bíblico que expresamente apoye su convicción, perderá valioso tiempo en tal empresa. Vaya que tampoco existen textos bíblicos que prohíban la manipulación genética, el vientre de alquiler o la contaminación ambiental.

Cuando no existen textos bíblicos que expresamente prohíban alguna cosa, quiere decir que para la época tales actos eran irrelevantes o no representaban mayor problema, debido a que corresponden a coordenadas socioculturales distintas a las nuestras.

La condena frente al suicidio no proviene de la Biblia misma, o por lo menos no en forma directa; más bien nos viene de la teologización que hemos hecho de él, de acuerdo a los paradigmas reinantes en nuestra cultura.

La óptica con la que examinamos el texto bíblico corresponde a sujetos que han nacido en sociedades modernas, es decir, sociedades con un alto grado de individualización, muy distintas a las sociedades tradicionales donde el individuo se contaba por poca cosa.

Sin duda, uno de los resultados del proceso de individualización que caracteriza a las sociedades modernas es el surgimiento de una serie de valores conocidos como derechos humanos, y el primero y más importante de todos ellos es el derecho a la vida.

“... desde que empieza a constituirse (la personalidad individual), el primer derecho que se le reconoce es el de vivir...” (DURKHEIM: 1999: 228).

De ahí que los suicidios que se relatan en la Biblia susciten la desaprobación del lector moderno, sobre todo si éste pertenece a una religión fuertemente individualizada como la religión protestante, aún cuando, estadísticamente, según el estudio de Durkheim, los protestantes se cuentan entre quienes más se suicidan con respecto a otras religiones.

El Suicidio del Cristiano Moderno

Para el cristiano moderno el suicidio es una falta imperdonable. Esto se debe, aparentemente, a que las comunidades cristianas han desarrollado una idea de individuo más definida que las otras religiones.

“... las sociedades cristianas conceden al individuo un lugar más destacado que las sociedades anteriores. Le asignan deberes personales que cumplir y le prohiben eludirlos; sólo según el modo con que ha llevado a cabo su misión aquí abajo es o no admitido a los goces del más allá, y estos goces mismos son personales, como las obras que a ellos dan derecho. Así, el individualismo moderado que existe en el espíritu del cristianismo le ha impedido favorecer (aprobar) el suicidio...” (DURKHEIM: 1999: 234, 235).

Pero particularmente, son los protestantes quienes exhiben una individuación más poderosa en relación a los católicos, como lo demuestran el libre albedrío o el libre examen de las Escrituras, que son principios eminentemente protestantes (19). Es de esperarse entonces que sean los protestantes quienes proscriban el suicidio con mayor ímpetu.

No obstante, paradójicamente, son los protestantes quienes más se suicidan en comparación con otras religiones. La mayor individuación del protestante constituye un poderoso preservante para el suicido altruista, pero es al mismo tiempo factor clave para la re–producción del suicidio egoísta, típico de las sociedades modernas, donde los vínculos que unen el individuo a la sociedad son menos consistentes.

En efecto, cuando el único lugar de pertenencia al cual el sujeto regresa es el propio sujeto, todo lo que la vida es, se vuelve sin sentido, porque nada de lo que sucede “allá afuera” termina siendo real. Sin embargo, el suicidio egoísta de Durkheim en realidad debería releerse a la luz del suicidio simbólico, tal y como lo explica Zizek, por ejemplo, a propósito del suicidio de Edmund, en la película “Alemania, Año Cero”.

Luego de aplicarle la eutanasia a su padre (un acto terrible y al mismo tiempo, lleno del amor más sublime), Edmund vaga errante por las calles de la ciudad.

“… un grupo de niños se niega a dejarlo participar de su juego, como si, en cierto modo, hubieran adivinado su horrible acción, de modo que durante unos momentos juega solo, y con torpeza, a la rayuela, pero es incapaz de entusiasmarse con el juego –la infancia se ha perdido para él, está amputado de la comunidad humana–.” (ŽIŽEK: 1994)

Para Zizek, esta “amputación de la comunidad humana” (causa del suicidio egoísta, según Durkheim) sólo es posible luego del encuentro con lo Real, luego de la retirada que emprende el sujeto hacia las afueras del Orden Simbólico.

Individuación y Subjetivación

Para Durkheim, los conceptos de individualidad y socialidad están en relación inversa. Cuanto más intenso sea el proceso de individuación, más separado estará el individuo de la sociedad, es decir, el individuo está por encima de los valores sociales (suicidio egoísta); y viceversa, cuanto mayor sea la integración social del individuo, menor será su individuación, es decir, los individuos se diluyen en la sociedad (suicidio altruista).

Pero cómo entender el suicidio de los protestantes dentro de este esquema conceptual, cuando observamos su alto grado de compromiso con los valores religiosos compartidos al interior, que terminan confiriéndole sentido a su existencia.

Puede entenderse que el protestante esté más inclinado a romper sus vínculos con “el mundo”, en términos de asumir ciertos códigos de pureza, pero los protestantes no se han retirado a sus monasterios sagrados, sino que han encontrado una nueva forma de relacionarse con el mundo, a través de la asunción del mandato performativo de predicar el evangelio. Parece ser, entonces, que la mayor individuación del protestante está bastante lejos de producirle un rompimiento con el Gran Otro.

El suicidio de los protestantes debe rastrearse en el alto nivel de compromiso con la misión que les ha encargado el Gran Otro. En efecto, lejos de considerarse por encima de la sociedad, el individuo protestante tiende a anularse para que “Dios sea en todo”, el Gran Otro es la razón de la existencia del individuo, para el individuo protestante “el vivir es Cristo y el morir es ganancia”. Por esta razón el suicidio protestante no debe entenderse como una variedad del suicidio egoísta como pretende Durkheim.

Para descifrar el suicidio del protestante es necesario antes liberarnos de la trampa en la que nos ha metido el concepto de individuación, al estilo Durkheim, y optar más bien por el de subjetivación, al estilo Zizek.

Para Zizek, la subjetivación es un proceso mediante el cual el sujeto asume un mandato simbólico, esto le significa la personificación de un papel, la apropiación de una máscara. En esta perspectiva, los sujetos se asimilan a la sociedad en la medida en que creen en el papel que representan.

“La asunción performativa de un mandato simbólico, la insistencia en una máscara falsa nos acerca más a una verdadera y auténtica posición subjetiva, hay más verdad en una máscara que en lo que está oculto bajo la misma, una máscara no es nunca “sólo una máscara”, dado que determina el lugar real que ocupamos en la red simbólica intersubjetiva.” (ŽIŽEK:1994)

El camino a una auténtica posición subjetiva, por lo tanto, va “de afuera hacia adentro”: primero, simulamos ser algo, sólo actuamos como si lo fuéramos, hasta que, paso a paso, nos convertimos realmente en ello.

La mayor subjetivación de los evangélicos estaría en relación con su mayor capacidad histriónica para representar el papel de evangélicos. Un evangélico se cree más su papel de evangélico que, por ejemplo, un católico su papel de católico.

“… la única autenticidad a nuestra disposición es la de la personificación, la de “tomar con seriedad nuestro actuar (postura)”. (ŽIŽEK: 1994)

Entonces, es de esperarse que, cuando el Orden Simbólico se vuelva incapaz de remendar sus inconsistencias, la crisis producida por el encuentro con lo Real (el abismo ontológico oculto detrás de la ideología), sea más fuerte para el evangélico que para el católico. La mayor subjetivación de los evangélicos les confiere una mayor deuda con el orden simbólico, del cual son tributarios.

(17) Dios Habla Hoy - La Biblia de Estudio, (Estados Unidos de América: Sociedades Bíblicas Unidas) 1998.
(18) Dios Habla Hoy - La Biblia de Estudio, (Estados Unidos de América: Sociedades Bíblicas Unidas) 1998.
(19) La Reforma Protestante aparece como producto de la descomposición de la sociedad tradicional, en la cual los individuos pasaban a un segundo plano en relación con el bienestar de la colectividad.


BIBLIOGRAFÍA

1. Douglas, J. D. (2000), Nuevo Diccionario Biblico Certeza, (Barcelona, Buenos Aires, La Paz, Quito: Ediciones Certeza) 2000, c1982.
2. Durkheim, Emile. (1999). El Suicidio. México: Ediciones Coyoacán. 5ta. Edición.
3. Carson, D.A.; France, R.T.; Motyer, J.A.; Wenham, G.J., Nuevo Comentario Biblico: Siglo Veintiuno, (El Paso, TX: Casa Bautista de Publicaciones) 2000, c1999
4. Reina-Valera 1995—Edición de Estudio, (Estados Unidos de América: Sociedades Bíblicas Unidas) 1998.
5. Dios Habla Hoy - La Biblia de Estudio, (Estados Unidos de América: Sociedades Bíblicas Unidas) 1998.
6. ŽIŽEK, Slavoj (1994). Goza tu Síntoma. Nueva Visión. Buenos Aires.
7. DE QUINCEY, Thomas (2007). Los Césares y otras obras selectas. Letras Clásicas, Madrid, 1ª edición, 392 págs.

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