POR: GREGORY BARDALES PEREYRA.
Para el suicidio de
Judas, como para todos los demás, no existe un versículo bíblico de
condena expresa. En efecto, llama poderosamente la atención que ahí
donde se narran los episodios de suicidio no exista ninguna palabra de
condena contra tales actos. Normalmente ocurre que los casos de suicidio
en la Biblia sólo se describen, nunca se emiten juicios de valor contra
ellos. Sólo en dos ocasiones encontramos comentarios negativos a
propósito de los suicidios: el de Abimelec y el de Zimrí.
¿Se Condena El Suicidio en La Biblia?
Consideremos,
en primer término, el suicidio de Abimelec. Al final del relato,
parecería explicarse su muerte como producto de un castigo divino por el
mal que había causado en vida.
“Así pagó Dios a
Abimelec el mal que había hecho contra su padre al matar a sus setenta
hermanos. Y todo el mal de los hombres de Siquem lo hizo Dios volver
sobre sus cabezas. Y se cumplió en ellos la maldición de Jotam hijo de
Jerobaal. (Jue. 9.56, 57)
Cualquier lector distraído
podría deducir que el texto comprueba que el suicidio es el resultado
lógico de las maldades del ser humano. Pero la recompensa que Dios le ha
dado a este rey no es el suicidio, sino la caída de su régimen, que
encuentra su punto final en la muerte del monarca.
En
realidad, al texto no le interesa poner de relieve el suicidio, porque
cualquiera que hubiese sido el procedimiento que le causara la muerte
habría servido igual para escribir el epitafio que consta en el texto a
modo de colofón.
Algo parecido ocurre con el suicidio
de Zimrí, donde la muerte del rey se interpreta como consecuencia de los
pecados que cometió.
“Esto sucedió por causa de los pecados que cometió y por sus malas acciones a los ojos del Señor... (17)” (1 R 16.19)
Una
lectura poco atenta podría colegir del texto que sólo los hombres
pecaminosos se suicidan, pero nada sería más falso. Supongamos por un
momento que la intención del texto sea presentar el suicidio de Zimrí
como resultado de los caminos pecaminosos por los cuales anduvo. Si esto
fuera cierto entonces Jeroboam también se habría suicidado,
“... pues (Zimrí) cometió los mismos pecados que Jeroboam... (18)” (1 R 16.19)
Pero
Jeroboam, como puede adivinarse, no se suicidó. Es más, la referencia a
los pecados o el pecado de Jeroboam, se repite como estribillo en los
libros de Reyes, en alusión a otros personajes que también “anduvieron
en los caminos de Jeroboam”, pero que no se suicidaron, sino que
hallaron la muerte por otras vías.
No deberíamos
asumir a partir de estos versículos que el suicidio es señal inequívoca
del pecado. Más bien, el pecado de estos hombres trajo consigo su ruina,
sean o no sean suicidas; que lo hayan sido o no, poco le importa al
texto bíblico.
¿Quién Condena el Suicidio en la Biblia?
Verdad es que en la Biblia no existe un solo texto bíblico que prohíba el suicidio, como ya lo advertía perspicazmente Durkheim.
“La Biblia, en efecto, no contiene disposición alguna que prohia (sic) al hombre a matarse...” (DURKHEIM: 1999: 164)
Desde
luego, el suicidio no es el único acto que las comunidades cristianas
prohíben para el cual no existe un texto bíblico. Por ejemplo, la
práctica del incesto hoy en día está extensamente prohibida, pero ahí
donde se narra el caso del incesto entre Lot y sus hijas, no existe una
sola palabra de condena.
En vano buscará el lector un
texto bíblico que prohíba fumar, beber socialmente o ir a la discoteca.
Asimismo, quien crea que la Biblia condena el aborto, y trate de
encontrar un versículo bíblico que expresamente apoye su convicción,
perderá valioso tiempo en tal empresa. Vaya que tampoco existen textos
bíblicos que prohíban la manipulación genética, el vientre de alquiler o
la contaminación ambiental.
Cuando no existen textos
bíblicos que expresamente prohíban alguna cosa, quiere decir que para la
época tales actos eran irrelevantes o no representaban mayor problema,
debido a que corresponden a coordenadas socioculturales distintas a las
nuestras.
La
condena frente al suicidio no proviene de la Biblia misma, o por lo
menos no en forma directa; más bien nos viene de la teologización que
hemos hecho de él, de acuerdo a los paradigmas reinantes en nuestra
cultura.
La óptica con la que examinamos el texto
bíblico corresponde a sujetos que han nacido en sociedades modernas, es
decir, sociedades con un alto grado de individualización, muy distintas a
las sociedades tradicionales donde el individuo se contaba por poca
cosa.
Sin duda, uno de los resultados del proceso de
individualización que caracteriza a las sociedades modernas es el
surgimiento de una serie de valores conocidos como derechos humanos, y
el primero y más importante de todos ellos es el derecho a la vida.
“...
desde que empieza a constituirse (la personalidad individual), el
primer derecho que se le reconoce es el de vivir...” (DURKHEIM: 1999:
228).
De ahí que los suicidios que se relatan en la
Biblia susciten la desaprobación del lector moderno, sobre todo si éste
pertenece a una religión fuertemente individualizada como la religión
protestante, aún cuando, estadísticamente, según el estudio de Durkheim,
los protestantes se cuentan entre quienes más se suicidan con respecto a
otras religiones.
El Suicidio del Cristiano Moderno
Para
el cristiano moderno el suicidio es una falta imperdonable. Esto se
debe, aparentemente, a que las comunidades cristianas han desarrollado
una idea de individuo más definida que las otras religiones.
“...
las sociedades cristianas conceden al individuo un lugar más destacado
que las sociedades anteriores. Le asignan deberes personales que cumplir
y le prohiben eludirlos; sólo según el modo con que ha llevado a cabo
su misión aquí abajo es o no admitido a los goces del más allá, y estos
goces mismos son personales, como las obras que a ellos dan derecho.
Así, el individualismo moderado que existe en el espíritu del
cristianismo le ha impedido favorecer (aprobar) el suicidio...”
(DURKHEIM: 1999: 234, 235).
Pero particularmente, son
los protestantes quienes exhiben una individuación más poderosa en
relación a los católicos, como lo demuestran el libre albedrío o el
libre examen de las Escrituras, que son principios eminentemente
protestantes (19). Es de esperarse entonces que sean los protestantes
quienes proscriban el suicidio con mayor ímpetu.
No
obstante, paradójicamente, son los protestantes quienes más se suicidan
en comparación con otras religiones. La mayor individuación del
protestante constituye un poderoso preservante para el suicido
altruista, pero es al mismo tiempo factor clave para la re–producción
del suicidio egoísta, típico de las sociedades modernas, donde los
vínculos que unen el individuo a la sociedad son menos consistentes.
En
efecto, cuando el único lugar de pertenencia al cual el sujeto regresa
es el propio sujeto, todo lo que la vida es, se vuelve sin sentido,
porque nada de lo que sucede “allá afuera” termina siendo real. Sin
embargo, el suicidio egoísta de Durkheim en realidad debería releerse a
la luz del suicidio simbólico, tal y como lo explica Zizek, por ejemplo,
a propósito del suicidio de Edmund, en la película “Alemania, Año
Cero”.
Luego de aplicarle la eutanasia a su padre (un
acto terrible y al mismo tiempo, lleno del amor más sublime), Edmund
vaga errante por las calles de la ciudad.
“… un grupo
de niños se niega a dejarlo participar de su juego, como si, en cierto
modo, hubieran adivinado su horrible acción, de modo que durante unos
momentos juega solo, y con torpeza, a la rayuela, pero es incapaz de
entusiasmarse con el juego –la infancia se ha perdido para él, está
amputado de la comunidad humana–.” (ŽIŽEK: 1994)
Para
Zizek, esta “amputación de la comunidad humana” (causa del suicidio
egoísta, según Durkheim) sólo es posible luego del encuentro con lo
Real, luego de la retirada que emprende el sujeto hacia las afueras del
Orden Simbólico.
Individuación y Subjetivación
Para
Durkheim, los conceptos de individualidad y socialidad están en
relación inversa. Cuanto más intenso sea el proceso de individuación,
más separado estará el individuo de la sociedad, es decir, el individuo
está por encima de los valores sociales (suicidio egoísta); y viceversa,
cuanto mayor sea la integración social del individuo, menor será su
individuación, es decir, los individuos se diluyen en la sociedad
(suicidio altruista).
Pero cómo entender el suicidio de
los protestantes dentro de este esquema conceptual, cuando observamos
su alto grado de compromiso con los valores religiosos compartidos al
interior, que terminan confiriéndole sentido a su existencia.
Puede
entenderse que el protestante esté más inclinado a romper sus vínculos
con “el mundo”, en términos de asumir ciertos códigos de pureza, pero
los protestantes no se han retirado a sus monasterios sagrados, sino que
han encontrado una nueva forma de relacionarse con el mundo, a través
de la asunción del mandato performativo de predicar el evangelio. Parece
ser, entonces, que la mayor individuación del protestante está bastante
lejos de producirle un rompimiento con el Gran Otro.
El
suicidio de los protestantes debe rastrearse en el alto nivel de
compromiso con la misión que les ha encargado el Gran Otro. En efecto,
lejos de considerarse por encima de la sociedad, el individuo
protestante tiende a anularse para que “Dios sea en todo”, el Gran Otro
es la razón de la existencia del individuo, para el individuo
protestante “el vivir es Cristo y el morir es ganancia”. Por esta razón
el suicidio protestante no debe entenderse como una variedad del
suicidio egoísta como pretende Durkheim.
Para
descifrar el suicidio del protestante es necesario antes liberarnos de
la trampa en la que nos ha metido el concepto de individuación, al
estilo Durkheim, y optar más bien por el de subjetivación, al estilo
Zizek.
Para Zizek, la subjetivación es un proceso
mediante el cual el sujeto asume un mandato simbólico, esto le significa
la personificación de un papel, la apropiación de una máscara. En esta
perspectiva, los sujetos se asimilan a la sociedad en la medida en que
creen en el papel que representan.
“La asunción
performativa de un mandato simbólico, la insistencia en una máscara
falsa nos acerca más a una verdadera y auténtica posición subjetiva, hay
más verdad en una máscara que en lo que está oculto bajo la misma, una
máscara no es nunca “sólo una máscara”, dado que determina el lugar real
que ocupamos en la red simbólica intersubjetiva.” (ŽIŽEK:1994)
El
camino a una auténtica posición subjetiva, por lo tanto, va “de afuera
hacia adentro”: primero, simulamos ser algo, sólo actuamos como si lo
fuéramos, hasta que, paso a paso, nos convertimos realmente en ello.
La
mayor subjetivación de los evangélicos estaría en relación con su mayor
capacidad histriónica para representar el papel de evangélicos. Un
evangélico se cree más su papel de evangélico que, por ejemplo, un
católico su papel de católico.
“… la única autenticidad
a nuestra disposición es la de la personificación, la de “tomar con
seriedad nuestro actuar (postura)”. (ŽIŽEK: 1994)
Entonces,
es de esperarse que, cuando el Orden Simbólico se vuelva incapaz de
remendar sus inconsistencias, la crisis producida por el encuentro con
lo Real (el abismo ontológico oculto detrás de la ideología), sea más
fuerte para el evangélico que para el católico. La mayor subjetivación
de los evangélicos les confiere una mayor deuda con el orden simbólico,
del cual son tributarios.
(17) Dios Habla Hoy - La Biblia de Estudio, (Estados Unidos de América: Sociedades Bíblicas Unidas) 1998.
(18) Dios Habla Hoy - La Biblia de Estudio, (Estados Unidos de América: Sociedades Bíblicas Unidas) 1998.
(19)
La Reforma Protestante aparece como producto de la descomposición de la
sociedad tradicional, en la cual los individuos pasaban a un segundo
plano en relación con el bienestar de la colectividad.
BIBLIOGRAFÍA
1.
Douglas, J. D. (2000), Nuevo Diccionario Biblico Certeza, (Barcelona,
Buenos Aires, La Paz, Quito: Ediciones Certeza) 2000, c1982.
2. Durkheim, Emile. (1999). El Suicidio. México: Ediciones Coyoacán. 5ta. Edición.
3.
Carson, D.A.; France, R.T.; Motyer, J.A.; Wenham, G.J., Nuevo
Comentario Biblico: Siglo Veintiuno, (El Paso, TX: Casa Bautista de
Publicaciones) 2000, c1999
4. Reina-Valera 1995—Edición de Estudio, (Estados Unidos de América: Sociedades Bíblicas Unidas) 1998.
5. Dios Habla Hoy - La Biblia de Estudio, (Estados Unidos de América: Sociedades Bíblicas Unidas) 1998.
6. ŽIŽEK, Slavoj (1994). Goza tu Síntoma. Nueva Visión. Buenos Aires.
7. DE QUINCEY, Thomas (2007). Los Césares y otras obras selectas. Letras Clásicas, Madrid, 1ª edición, 392 págs.
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